Aprender a mirar la bola

No es nada fácil golpear la bola de una forma regularmente limpia. Una y otra vez oímos y sentimos que no se ha golpeado la bola en el punto ideal de las cuerdas de la raqueta Sweet-Spot.

El buen jugador sabe que solo puede influir en la pelota en el momento exacto de golpearla. Para que esto ocurra correctamente, intenta dirigir la mirada en el momento del contacto con la bola, a ese punto de contacto. Lo hace a pesar de que quizás sepa que el ojo humano solamente capta cerca de 16 secuencias por segundo: en una dieciseisava parte de segundo, una bola, a 80 Km/h recorre cerca de 1,40 metros. Es decir, cuando vio la bola por ultima vez a 50 Cm de la raqueta, aquélla vuelve otra vez a imagen cuando esta a la misma distancia pero ya en el camino de vuelta


Como todos los buenos jugadores, Pete Sampras, el ganador del Wimblendon, observa cada bola exactamente. Sólo así puede transmitir precisión y velocidad a sus golpes, el secreto de sus golpes.

¿Por qué entonces la insistencia invitación mirar la bola? ¡Porque un no-mirar empeora el control de la bola, o incluso recorta el alcance!
La causa de un prematuro apartar la vista es, casi siempre, la curiosidad. El jugador quiere ver inmediatamente si la bola vuela hacia donde debería volar. Los ojos se separan demasiado pronto del punto de contacto previsto. Como no suelen hacerlo solos, la mayoría de las veces se gira la cabeza, y con la cabeza se mueve también el tronco, el cual influye al brazo y a la mano que sujeta la raqueta. La precipitada mirada al destino del golpe provoca una reacción en cadena, cuya consecuencia final es que el centro de la raqueta se separa del punto óptimo de contacto: la bola será mal golpeada.
En realidad, retirar la mirada prematuramente, es decir, el ojo curioso, no es lo que nos impide golpear limpiamente la bola, el error se produce al girar la cabeza durante el movimiento de golpeo.

Sampras mirando la bola

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